Marlene Dietrich y la perla perdida

(extracto de la tesis "Circuitos de voluntad y límite. Hallazgos en el margen de la memoria", conducente al grado de Magíster en Artes con mención en Artes Visuales de la Universidad de Chile, 2009)

En 1934, Marlene Dietrich iba de paseo a una montaña rusa en Blackpool, Inglaterra, invitada por el director del parque de entretenciones Pleasure Beach. La actriz decidió subir al juego y durante una parte del recorrido perdió uno de los aros de perla con engarces de oro que llevaba puestos para la ocasión. La pérdida causó mucha preocupación en ella, hasta llegar incluso a pedir a las autoridades del parque de diversiones que lo buscaran, sin nunca llegar a recuperarlo.

Ronda la pregunta de qué significado tan especial tenía para una persona como Marlene Dietrich esa pieza en particular; qué apego personal había ahí que hizo que la actriz pidiera expresamente su búsqueda. Pues bien, la primera idea acerca del valor material del objeto puede ser desechada rápidamente en el contexto de glamour y fama que rodeaba a esta figura del Hollywood de la primera mitad del siglo pasado. Me inclino entonces a lanzar una teoría acerca del valor sentimental —autobiográfico, por defecto— que este aro tenía para ella.
Pero más allá de especular acerca de esto (por no tener mayores datos) me pregunto por esa búsqueda, que de seguro movilizó al personal del parque. ¿Cuál es la posibilidad real de encontrar un aro, un objeto con características de miniatura, en un espacio que contiene (sólo para dar una relación de escala) estructuras como una montaña rusa?
La figura bíblica de la aguja en un pajar aparece como referencia inmediata, manteniendo obviamente (que no se malentienda) las proporciones entre la entrada de un pecador al Reino de los Cielos y el hallazgo de un accesorio de moda en un parque de diversiones. ¿En qué reside verdaderamente la voluntad de este hallazgo?

Vale especificar, primero, que ese aro es una parte, ínfima si se quiere, del gran total que puede representar tanto entonces como ahora una figura icónica como la de Marlene Dietrich. Es una parte que en su momento tenía la validez que siempre tienen las nimiedades que preocupan a las estrellas y que hoy, con la distancia del tiempo, adquiere la dimensión de anécdota que actúa como una historia paralela a la historia del ícono.

Es esa propiedad de historia paralela la que quiero destacar en mi trabajo. Una anécdota que sucede en un tiempo paralelo al acontecimiento de los grandes hechos y se vincula con ellos indiscriminadamente, como si se tratara de un accidente o un hecho circunstancial. La enorme figura de la cultura de elite que de pronto deja al descubierto cantidad de pequeñas figuras amarillas, amarillistas, acontecimientos menores, mínimos, carentes de trascendencia. Pues de la misma forma en que el aro de Dietrich suma inevitablemente su total, si es que pudiese existir como tal, no tiene que ver con la historia pública, con el grueso que la constituye en ícono.

De esos hallazgos, a veces menores en su condición pura y otras veces conscientemente minimizados, es desde donde construyo las narrativas de mi trabajo esperando que hagan eco en el espectador anónimo, cotidiano, que tiene en su día a día una inmensa mayoría de acontecimientos de este mismo orden.
Importancia fundamental tiene en este aspecto lo que nombré antes como parte (1) , pues es ahí donde la figura se inserta en el escenario nuevo, donde se recontextualiza, donde encuentra (o sólo busca, tal vez) su nuevo sentido. Y es ahí donde la inclusión de esta historia absolutamente irrelevante de la perla perdida de Marlene Dietrich en el contexto de esta tesis tiene la posibilidad de obtener alguna justificación. Pues en una parte de la cultura popular, presente a destajo en los trabajos que realizo, es posible encontrar con algo de voluntad (esa voluntad del hallazgo) las conexiones para cierta cultura local completa. Porque es en esa historia que llamé paralela —entiéndase paralela a las estructuras de poder— donde existe la oportunidad de vincularse a la alta cultura, a los señuelos de la historia de los libros hoy necesariamente llena de ilustraciones e imágenes. Este fragmento es el que permite la presencia de las figuras que excluye, una parte que no puede nunca dejar de hacer mención a una ilusión de total, aun cuando este no es más que otro fragmento. De estas pequeñas partes es desde donde parto mi trabajo, entendiendo que en su unión con otras pequeñas partes se configura aquella estructura paralela a esa otra constituida por las grandes partes.

Porque al fin y al cabo en la perla de Marlene Dietrich estaba Marlene Dietrich entera.

He tomado la escritura de este texto como el ejercicio de dar contexto y definición a los procedimientos que organizo en mi trabajo, definiendo los grandes temas y características que en él se presentan buscando relaciones posibles tanto con los campos a los que obligadamente se vincula —la historia del arte, el cine, etc.— como con los que el nexo es inevitable: las canciones, los dichos populares, los juegos, la cotidianeidad. La anécdota de la joya perdida se presenta como la figura necesaria pabra sentar la base de lo que busco en mi trabajo, el sistema de vinculaciones que en este trabajo quisiera explicar. Pero por sobre todo, en el desarrollo de esta tesis, espero dar luces de las características a las que quiero volcar mi trabajo presente y futuro, las nuevas cosas que aparecen dentro de mi interés de producción artística y las nuevas formas de operar que en estos dos últimos años se han desarrollado. En el fondo, sentar los precedentes de mis obras pasadas para constituir una idea de creación venidera.

Tengo la necesidad, en este momento introductorio, de aclarar que el año 2007, mientras se hacían trabajos de mantenimiento en un lago artificial en un antiguo parque de diversiones en Blackpool, Inglaterra, el personal que ahí trabajaba encontró en las profundidades del lago vacío un aro de perla que Marlene Dietrich perdió en el lugar setenta y tres años atrás.

Importante es aclarar también que junto a la joya se encontraron un ojo de vidrio, un bisoñé, un sujetador y 85 libras en pequeñas monedas (2).

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(1) Se trata aquí esta palabra otorgándole una dimensión de concepto mayor, destacando su dimensión simbólica y poética, en atención al tropo de la sinécdoque y su papel en la historia del arte, desde la tradición del collage hasta nuestros días.
(2) Información extraída del portal El mundo, http://www.elmundo.es, consultada el 04/04/2009.

1 comentarios:

arrieta | 10 de marzo de 2010, 15:02
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